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The World of Pikifiore

Yo y yo misma

Teléeefono, mi caaasaaaaa

Teléeefono, mi caaasaaaaa Estoy hecha una piltrafilla, si alguien me viera, pensaría que aún no me he quitado el disfraz de Halloween, pues las casualidades han hecho que se me juntaran varios sucesos paranormales que han modificado mi cuerpo.

Un molesto virus ha acampado a sus anchas en mi interior y sus efectos me han producido una congestión en nariz y ojos impresionante. Sin embargo, otros dos hechos acompañan a tan incómoda sensación.

Ayer un latido incesante en un dedo provocado por una picadura, me llevó al médico, que diagnosticó una reacción alérgica al veneno del bicho en cuestión, tengo el dedo tan hinchado que ET a mi lado, no es más que un aficionado.

¡Y no acaba ahí la cosa!, me compré unos pendientes con una tuerca tan chiquitita que ha terminado por clavárseme en el lóbulo, lo que conlleva tener que abrir…y que ha provocado que ¡adivinad! tenga la orejilla inflamada y coloradota, acentuada con el frío.

¡Con lo divina y linda que soy!, he puesto el cartel de “No se admiten visitas hasta nuevo aviso”

Esa soy yo...(asustada y decidida)

Hace unos días, Etiam, me pasó un meme, últimamente he estado un poco perezoza y no he escrito, pero como al fin y al cabo soy una nena muy obediente, aquí teneis ocho cosillas sobre mí:

1. Me gusta mucho salir de marcha, para qué negarlo, puedo cerrar el bar a las 8 de la mañana con cuerda para rato y disfruto saludando a unos y a otros. Sin embargo, muchas veces la tranquilidad del sillón me puede y solo quiero que me traigan la cama para no moverme. En esas ocasiones, no soporto que intenten convencerme. Que me guste salir no quiere decir que tenga que estar presente en todas las fiestas.

2. Soy pelín maniática en cuanto a los horarios, enciendo y apago el móvil a las horas estipuladas para ello, miro el correo electrónico siempre a la misma hora, me marco hasta las hojas y los temas que debo estudiar cada día y las horas en las que debo hacerlo…quizá a veces me paso de cuadriculada, pero a estas alturas me cuesta desacostumbrarme.

3. Con mis amigas…soy un poco madre, no sé, con ellas me sale el instinto protector que no tengo conmigo. Me siento alocada, pero trato de que ellas no me emulen, la verdad, nunca lo consigo.

4. Adoro salir a dar paseos sola, podría pasarme cinco horas caminando por Madrid perdida en mi mundo, pensando, escribiendo historias o recreándome en la gente que pasa por mi lado sin apenas darme cuenta. Me carga las pilas.

5. Soy débil, muy débil. Cuando discuto con alguien me cuesta reprimir las lágrimas, incluso aunque sea por algo insignificante. Me hieren enormemente las actitudes de la gente y tropiezo más de quinientas veces con la misma piedra.

6. Soy bastante expresiva y habladora cuando estoy en confianza. Mis compañeros de la facultad se parten de risa cada vez que reproduzco alguna anécdota de  mi vida diaria. Suelen acabar con un: “lo que no te pase a ti…”

7. Tengo fobia al futuro. Soy tremendamente miedosa, me creo síntomas que no padezco y problemas que no existen. Me cuesta pensar en asuntos a largo plazo, ya que me asusta que no lleguen a cumplirse. Me paraliza el miedo al fin.

8. Estoy total y absolutamente feliz de estar junto a Toni, vivo en una nube color rosa y paso por uno de mis momentos más cariñosos. Estar enamorada me hace estar viva. Soy una romántica de cuidado, de las de películas ñoñas y canciones lacrimógenas.

Sin arena en los pies

Sin arena en los pies

Vuelvo a la oficina y tras unos minutos de desubicación inicial, pronto parece como si no me hubiera marchado. Mi compañero no me ha hecho ni caso, tan solo para decirme un sieso buenos días con cara rancia, no me ha preguntado qué tal me ha ido, me da igual. Prefiero estar siete horas callada a contarle lo luminoso de mis vacaciones. Ahora me parecen lejanas, y sólo hace unos pocos días paseaba por la orilla del mar dejando que las horas me acariciaran los tobillos. Me encantó ver amanecer en la playa, me encantó la tranquilidad del momento y la brisilla mañanera, pero eché de menos a Toni, a quien las secuelas de una operación han impedido acompañarme. Así que continuamos sin ver juntos el mar.

Aunque sigo muy perdida con mis propios amigos, Pete me ha dado una pequeña tregua y me ha dirigido las primeras palabras de estos últimos dos meses, pocas pero agradecidas, quizá con el tiempo vuelve a ser como antes.

Ahora de vuelta a la ciudad, pero mi mente aún continua de vacaciones. Suerte que en dos días es fiesta.

Sin dar pie con bola

Sin dar pie con bola

El calor me agota, y por suerte no está haciendo un verano caluroso, pero yo estoy más floja que otros años. No soy capaz de mantenerme despierta en un autobús, ni después de comer, y la cabeza me baila hacia todos los lados mientras intento mantener abiertos unos ojos que no me responden.

Ando todo el día entre dos casas, sin asentarme definitivamente en ninguna de ellas, preparando comidas que se me resisten, y haciendo trizas, ropa que parece revelarse contra mí en una lavadora. Quedarse sola mientras toda mi familia está de vacaciones, lejos de ser un respiro, está siendo una odisea.

En cuatro días, he pinchado la rueda del coche, me he perdido en una carretera comarcal, me he dejado las llaves en casa con el consecuente cambio de una cerradura, y he cogido una infección en la piscina, que me ha dejado la piel rojillo cangrejo.

En el trabajo, en lugar de bajar la actividad como suele ocurrir en los meses de verano, no ha hecho más que crecer, y mientras antes me escapaba a tomar un café o comentar las últimas novedades, ahora no puedo despegarme casi del asiento.

A pesar de todo, me siento fenomenal, las vacaciones están por llegar.

¿Convivencia?

¿Convivencia? Llega el verano, y con él más planes, más escapadas, más ratos que pasar al aire libre, y la necesidad de salir de mi burbuja. A pesar de los felices cambios en mi vida, llevo dos meses prácticamente fuera de lo que es mi mundo. Sintiéndome fuera de lugar con quienes he compartido demasiado.

Por eso mi amiga Ángeles insistió tanto en que dejara mi retiro y les acompañara en esta ocasión, una oportunidad para pasar el fin de semana juntos. La idea de dormir bajo el mismo techo que Pete y Marcos no se me antojaba demasiado halagüeña. Con Marcos, nada ha sido lo mismo desde que me decepcionara este invierno, y aunque le adoro y es tan importante, pienso que es como si se hubiera levantado un muro entre nosotros. Y ¿qué decir de Pete?, aún con el corazón herido él, y con corazón culpable yo, el acercamiento es delicado.

Pero apelé a los buenos tiempos y decidí ir.Y pasé la noche entre abrazos y lágrimas, discusiones y reproches. Miradas de enfado, y disculpas sinceras.

Los quiero mucho, pero la habitación se queda aún pequeña para todos nosotros.

Sólo los abrazos envolventes que recibí a mi vuelta, me hicieron ver que nunca se pierde todo, pues lo que he ganado me llena de vida.

Dando señales de vida

Hace varios días que no escribo, pero no penséis que os tengo abandonados, es sólo que últimamente hay un volumen elevado de trabajo y me cuesta algo más sacar un hueco.

Estoy contenta, parece que las cosas estén empezando a calmarse, aunque lo estaría más si pudiera contarle a todo el mundo el motivo por el que me brillan los ojos. Mientras tanto, callo…y espero que corran los días.

Pete está enfermo, y la amistad que nos unió ha hecho que decida dedicar algunos ratos libres para hacerle compañía. A veces las sonrisas se cruzan con velados reproches que achaca a la perdida de confianza con él. Yo le hago ver que las cosas no pueden ser iguales. Querría contarle muchas cosas, pero sé que mis palabras le harán daño.

Y mientras tanto, espero al día de mi cumpleaños, el viernes, para elaborar un balance de todo lo acontecido este último año. Un auténtico caos.

Lo que ha de venir...

Lo que ha de venir...

Analizo mis sentimientos en la tranquilidad de mi habitación, y me invade una sensación enorme de soledad, de extrañeza y de lejanía con mi mundo. La gente a la que veo todos los días se me hace distante y lo que antes me importaba tantísimo hoy me es indiferente. Me siento sin fuerzas para preocuparme por lo que antes luchaba. Me quedo sin lágrimas para llorar por lo que siempre lloraba.

La búsqueda de segundos caminos es lo único que me mantiene animada, sólo cuando no escucho a Pete llorar al otro lado del teléfono y hace que mi firmeza se tambalee y que mi ilusión parpadee.

No sé cómo caminar hacia los meses que vendrán.

He hecho un paréntesis en mi rutina para conocer por fín un puerto que un día prometí mirar. Y paseé y disfrute de la vista y la calma. Pero las luces de los barcos y las aguas del mar, me trajeron el deseo de compartirlo con quien no estaba.

Quiero volver a verlo de nuevo, con ojos no empañados.

Me preguntaste que cuándo me cansaría de sentirme mal por todo. Creo que aún no tengo la respuesta.   

 

   

Días y noches

Días y noches

Varios días sin escribir intentando sacar un momento en el trabajo y acabar desistiendo, varios días sin dormir en mi habitación porque se me antojaba lugar non grato, varios días al borde de las lágrimas y a un paso de la risa desaforada. He pasado unos días tocando dos extremos, el de la pena y el de la alegría. Mensajes que me hacen sonreír y conversaciones que me mantienen viva todo el día y parte de la noche, paseos por el centro de la capital, carreras bajo la lluvia, una dulce espera de madrugada…

Pero también hay en mi mundo llamadas que no son contestadas, velados reproches, falta de confianza, y amigos con los que el abismo cada vez es más grande. Y tan pronto una mañana despierto pletórica como al momento me hundo pensando en lo mal que me siento. Tiempo de contrastes. De libros que terminan, de películas que comienzan. De lluvia y sol.

Un sol que asoma, poco a poco, pero asoma y quiero verlo.

Power on

Y cuando dije “Basta, se terminó ”, la luz se apagó, como si un gran relámpago hubiera cortado toda mi corriente eléctrica, y me dejó tumbada en la cama, con la cara churretosa por lágrimas que no encontraban desembocadura y formaban charcos,sin ganas de abrir la boca y sin ganas de correr. En off…

Pero vuelvo, vuelvo porque por una vez voy a pensar en mí, vuelvo porque sé que ahí fuera hay gente esperándome, vuelvo porque hay gente por conocer, lugares que visitar, llamadas que recibir e historias que escribir.

Aunque haya quienes quieran apagarme, este cacharro llamado Fiore, aún tiene mucha batería.

Y por eso, estoy en on.

Aire para mí

Aire para mí

A Pete no parece haberle hecho mucha gracia que haya planificado este puente por mi cuenta, pero aun así ha comprendido mis razones.

Me voy a marchar unos días con mis amigas ya que me apetece una escapada de ese estilo. Me sorprende cada día la capacidad que tiene de aceptarme, estaba acostumbrada a ver en otras relaciones caras de enfado, reproches y algún que otro chantajillo emocional, él me comprende y es consciente de que necesito mi propio espacio para no empezar a agobiarme. Hay mundos que considero sólo míos y en los que me cuesta dejar entrar sin llamar.

Veo como mis amigas se ven envueltas en una espiral de dependencia de sus parejas tal, que no son capaces de dar un paso sin ellas. Yo no quiero caer en eso. No puedo caer en eso.

Sin embargo, me ha conmovido tanto su confianza, que creo que volveré antes para pasar unos días del puente también aquí. Tampoco es cuestión de que se rompa la cuerda.

Y yo misma tengo miedo de caer en errores olvidados.Y abrir puertas que ya están cerradas.

  Pasadlo muy bien estos días y cuidado con las carreteras.

Prueba de resistencia

Prueba de resistencia

Me considero una persona abierta, fácil de tratar y tolerante. Participativa, con conversación y algo despistada. Cuando llego nueva a un sitio paso por unos cuantos días de timidez hasta que me hago con el entorno, luego empiezo a estar a gusto y trato de mejorar la relación con las personas que me rodean.

Me gusta mucho hablar, lo reconozco, y hasta ahora sólo existía una persona en mi vida a la que aborreciera tanto que su sola presencia me causara malestar.

Por todo esto, cada día se me hace más insoportable compartir despacho con mi compañero de trabajo, porque está a punto de convertirse en la segunda persona bajo cuyo mismo techo no puedo estar.

El hecho de que no me salude al entrar ni se despida al irse, es ya ínfimo. Ocho horas con alguien que no me dirige la palabra es superior a mí. No despega la vista del ordenador ni aunque haya fuego en el despacho, y cuando lo hace es para dirigirme alguna mirada de reproche porque me ha sonado el móvil o me ha llegado algún mensaje. No participa en las reuniones, nunca hace uso de su derecho al desayuno para hacer ver quién es el que más trabaja y hace participe al jefe de cada uno de nuestros movimientos, para quedar por encima de todos.

Sé que el problema no lo tengo yo sino él, pero se me hace tan insoportable estar al lado de alguien así que hoy he saltado.

La niña tranquila, la niña frívola y tonta que seguro que él ve,  ha gritado. Ha perdido los nervios…

Retazos

Retazos

El ordenador, inerte sobre la mesa, acumulando polvo y prácticamente sin encender. Lo enchufo y al comenzar a escribir, nuevamente lo apago. Mis dedos no saben dónde moverse, qué teclas acariciar. Muchas cosas que decir, pocas ganas de hacerlo. Estados de ánimo cambiantes.

Mi garganta se enciende y se apaga, muestra signos de fatiga y debo cuidarla, mi compañero inicia una cruzada contra mí porque quiere un proyecto para él solo, Marcos no me mira a los ojos ni me desea buenas noches, una amiga ha decidido que yo sea la sustituta de su novio tras la ruptura, me roba el aire, las horas, el sueño, las ganas de cenar…me llena el calendario. Pete me sorprende con su pasividad en ciertas cosas, aunque pone equilibrioen mi desorden.

Demasiadas nubes hay en mi cabeza, las mismas que hay en el cielo de Madrid hoy. Aunque se esperan cielos despejados.

El fin de semana dejó baldado mi cuerpo, las horas de sueño pasan factura, y se fue dejándome agotada. También me ha dejado la alegría de una visita y un reencuentro, la huella de una conversación extendida durante toda la madrugada y el sabor de unas cervezas que nunca terminé pero de las que siempre me acordaré. Me preguntó si le sentía un extraño. “No”, fue la respuesta. Le siento cercano y eso me hace esbozar una sonrisa.Son quienes todos los días están cerca de mí a quienes siento extraños estos días. Deseo que venga la normalidad de nuevo. Que me los devuelvan como eran antes…   

Miedos...

Miedos... Soy terriblemente negativa e hipocondríaca cuando me pongo a ello, es algo que siempre me ha venido persiguiendo desde que era pequeña y que con los años, al menos no se ha agrandado, aunque sí ha continuado.

Tendía a pensar cosas espantosas, que me nublaban la vista y me oprimían el pecho creándome una gran ansiedad. Esperaba todos los males posibles y me los creía.

Hubo una semana en la que ni siquiera me atreví a poner los pies en la calle, víctima de un terror infundado y que me atenazaba el cuerpo. Por fortuna, nunca más he vuelto a tener una reacción de ese estilo tan larga, pero a veces aún me vienen negros pensamientos.

Ayer fue uno de esos días, durante veinte minutos, me sentí incapaz de moverme, paralizada de miedo y temblando literalmente. Son momentos fugaces, fruto de algún recuerdo no manifestado o fruto de mis miedos internos. Esos que, aunque no se manifiesten, siempre están ahí.

Por suerte, no vencí a la tentación de meterme en la cama a llorar, pero me sentí muy frágil en el bar, buscando continuamente los abrazos de Pete y sin atreverme a quedarme sola en ningún momento.

Hoy estoy más tranquila, sé que este es un post algo deprimente, pero necesitaba soltarlo. 

 

Dos mitades

Dos mitades

Mi corazón tiene dos partes, unidas sí, pero de momento incompatibles. Lo que una parte dicta, la otra lo rechaza, lo que una ensalza, la otra lo menosprecia.

La parte rebelde es la que contiene los recuerdos, la parte que recoge el pasado sin soltar lastre, la parte que te dibuja, que susurra tu nombre cuando llueve, la parte que no te olvida.

La parte cuerda es la que me lleva a abrir la ventana para ver amanecer, la que recoge el presente, la que sonríe hoy y mañana...

Estas partes están conflicto, y yo quiero que se reconcilien, que la parte rebelde ceda ante la supremacía de la cuerda.

Hoy es día 14, un día más para cada una de las partes de mi corazón, pero no para la sociedad que nos obliga a que hay que quererse más.

Hoy, como siempre, quizá una parte aún te recuerde, y quizá la otra decida por fin doblar la esquina y ser feliz.

 

Una luz en la Gran Vía

Una luz en la Gran Vía

La tarde comenzó con el relato de historias en ocasiones leídas, pero nunca escuchadas. Cara a cara contamos emociones y hechos. Nuestras historias propias.

Entre vaso y vaso hubo lugar para las fotos y los abrazos. ¿cuánto tiempo pasó? Demasiado, a juzgar por los guardianes de mi vida, que entraron en la cueva. Los acordes del piano dejaron de sonar, y de la risa pasé al llanto. Me apagaron el interruptor y sin pretenderlo me dejaron a oscuras. Miento. No me dejaron a oscuras. Una luz brillaba a mi lado en la Gran Vía.

Una luz que me ofreció tranquilidad, y serenidad en la tormenta. La misma luz que me dijo que me dejara llevar por mi nombre. Que intentara bailar en mi mundo. En medio de la oscuridad, siempre brilla una llama. Y aún tengo que contemplar muchas luces. Las luces del puerto, por ejemplo.

Muchas gracias por todo. Me ha encantado

Cuidando de mí

Cuidando de mí

Apenas hablo de Pete aquí, algunas referencias veladas y de pasada. Ayer, una persona que conoce el blog me preguntó el motivo y quizá la respuesta sea que todavía no sé el papel que le puedo asignar, ya que aún no sé lo que realmente representa en mi mundo.

Del mismo modo que me hace falta su presencia, me irrita su cercanía en ocasiones. Del mismo modo en que a veces me hace reír, lloro por su causa cuando me siento hundida.

Al mirarle a la cara, sólo veo buenos sentimientos, una mirada limpia y tierna y un corazón lleno de paciencia hacia mí, que tengo tan poca para él.

Me descubre llorando sin motivo y aunque le apena, nunca me recrimina nada. Luego tengo días buenos y sé que son gracias a él, pero no soy capaz de decírselo. Nunca le he dado las gracias, sólo sonrío, y le digo menos de lo que necesitaría escuchar.

Y estos días en los que la fiebre no me ha dejado, tampoco él lo ha hecho. Una mano que buscaba la mía, y caldos calientes que llegaban cuando mejor me venía. Y yo, bajo las mantas, pensando en que no es justo.Es tanto lo que él me da, y tan poco lo que yo le doy… 

Nueva etapa

Nueva etapa

Llevo varios días sin escribir, la causa: un molesto virus que me ha dejado machacado el estómago y que me ha regalado unos fabulosos dolores de cabeza. Todo comenzó el día de Halloween, esa sí que fue una noche de terror, salí a una fiesta sin disfrazar pero aún así mis ojeras daban miedo.Y lo más irónico de todo es la cantidad de gente que conocí, hay que ver, que cuando más hecha una patata estoy es cuando más ligo.

Ya estoy recuperada, aunque todavía algo molesta, pero eso no me impide retomar mi actividad habitual. De hecho, voy a ser ahora pluriempleada. Además de mi trabajo, empiezo a ser colaboradora de un sitio en el que ya trabajé. Haré trabajos ocasionales y creo que me tocará algún marrón, empezando por el de esta tarde, ya que tengo que ir al aeropuerto a recoger a unos invitados de honor que llegan de Francia. ¡Con el estrés que me produce Barajas!

A esto hay que añadir que cada vez queda menos para mi examen, 19N, una vez más otro intento de opositar, que, seamos sinceros, no creo que dé fruto.

Tengo poco tiempo libre de momento, pero estoy contenta y procuro quedarme con lo bueno de cada cosa, que para una racha de optimismo que me llega no estoy para desaprovecharla…

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Por cierto, ¡felicidades querida niña!

Aquella noche sin luna...

Aquella noche sin luna...

Agosto de 2001. Noche cerrada en el campo. Un grupo de doce personas se encamina con linternas por el borde de la carretera hacia la entrada de la finca. Bajo la poquísima luz que la luna ofrece se ve, tras las vallas, la fachada imponente del hospital abandonado y los restos de lo que fue su parking. El pueblo más cercano queda lejos para ir a pie,y sorprende que en un sitio tan relativamente alejado pudiera haber tiempo atrás una febril actividad.

La chica que cierra el grupo no está nada convencida acerca de lo que van a hacer. Se ha convertido en la moda del verano y ella no comprende muy bien qué puede tener de divertido meterse ahí dentro,donde seguro que sólo hay ratas, pero tiene aún más miedo de quedarse sola en la entrada mientras sus amigos recorren el edificio.

Hay un agujero en la valla, por lo que pronto se encuentran dentro del jardín.

Deciden dividirse en dos grupos para moverse con más libertad mientras recorren las seis plantas de aquella mole.

Pegada a su novio, la chica miedosa se promete que no montará un numerito, pero la sola idea de verse envuelta en tinieblas hace que se arrepienta de no haberse quedado en casa.

Ya están dentro del edificio, lejos de estar vacío, aún se aprecian las distintas estancias y los carteles de lo que un día fueron. Pasillos con camillas abandonadas, papeles y ropas amontonados,un enorme silencio y una profunda oscuridad. La linterna apenas ilumina el frente más inmediato. Y esta chiquita empieza a ponerse nerviosa cuando los demás deciden seguir subiendo plantas. Parte de las escaleras están derruidas y los huecos del ascensor amenazan con una fuerte caída. Y suben, y caminan sobre un suelo de baldosas levantadas, y en el que a veces una fotografía rompe la monotonía.

Y ella piensa en el pasado de aquel lugar, en la gente que allí estuvo internada y en por qué aún siguen muchas pertenencias por allí, como si el tiempo se hubiera detenido. Entonces siente una fuerte opresión en el pecho, no por el miedo a lo desconocido y a lo que tantas veces ha visto en las películas de terror, no porque piense en fuerzas sobrenaturales, sino porque piensa que no debería estar allí, porque se siente como si estuviera perturbando la intimidad del lugar.Y decide no seguir, y se pone nerviosa. No puede recordar cómo llega de nuevo hacia la salida y se ve fuera del edificio acompañada de su novio.

Han pasado cinco años, y aún se me encoge el estómago.

 

Por otros caminos

Por otros caminos

Aún es de noche cuando salgo de mi casa para ir a trabajar, aún me pesan los ojos de tanto sueño que guardo y sigue sin darme tiempo a desayunar porque siempre me levanto apurada, pero no me importa, ya que después de varios días tensos y ambiente enrarecido en el trabajo, la situación se ha desarrollado de una manera satisfactoria para mí sin comerlo ni beberlo. Y como yo no lo esperaba, he tomado el cambio con ilusión.

Ahora tengo un mejor horario y un espacio más grande (¿para mí sola?)para trabajar, y me entra más luz de la calle. Se acabó por fín el comer todos los días comida de tartera y las dos horas interminables que tenía entre turno y turno.

Además, desde hoy empiezo de nuevo la carrera hacia las oposiciones, y, aunque tengo muchos pájaros en la cabeza, espero que sea más productivo el tiempo dedicado. Pete va a ayudarme con algunos temas y yo intentaré ser paciente, en todos los sentidos.

La llegada del otoño casi siempre me pone triste, una mezcla de nostalgia y melancolía cuando paseo por los parques de color amarillento, y un cansancio inusual que me lleva a arrastrarme y tener desgana. Pero quiero que este año sea distinto, porque tengo mucho por hacer y ya he dado mi palabra de cambio. Y no puedo romper.

Cambios de ánimo

Cambios de ánimo

Como en el anuncio del Clio me sentí yo ayer, hecha un mar de lágrimas en el coche mientras escuchaba la radio. En realidad, fue un día bastante estresante en el trabajo. Últimamente andamos con problemas por culpa del horario y se suceden las tensiones con la directora, sobretodo por parte de compañeros que se ven más perjudicados. Aunque a mí no me afecta directamente, sí que me salpica el mal ambiente.

Al salir del trabajo, ví que se había quedado una buena tarde, por lo que me fui a dar un paseo por el Retiro. Cuando llegué allí me animé. El solecito en la cara, las últimas terrazas y en el estanque un ratito de lectura de un libro que me está gustando bastante. A media tarde recibí un mensaje que me levantó más el ánimo, así que, bastante satisfecha llamé a una amiga para tomar algo.

Me fui a casa, me cambié de ropa mientras tarareaba y al rato mi amiga vino con su coche a recogerme. Ella llevaba un pastel de música en el coche, yo tenía la noche parlanchina al principio y ni la prestaba atención. Pero se fueron sucediendo canciones y tras escuchar cómo Amaral cantaba que “sin ti no soy nada” o el bobalicón de Cristian Castro se quejaba “porque te me has ido” o Juanes habla de sus “fotografías para amarte en la distancia” y una sucesión de doce canciones más en esa línea, me percaté sorprendida de que mientras hablaba mis ojos se habían llenado de lágrimas, y entonces fue cuando mi amiga pronunció aquello de: “Fiore, ¿estás llorando?”. Y después vino un llanto convulso e irracional, que se abría camino frente al parloteo de casi dos minutos antes. Y Ana Torroja insistía que “aunque fui yo quien decidió que ya no más y no me cansé de jurarte que no habrá segunda parte, me cuesta tanto olvidarte…”.

Al ratito se me pasó, pero ella estuvo mirándome por el rabillo del ojo durante toda la noche. Malditos cambios de ánimo…el suconsciente me puede.