Aquella noche sin luna...
Agosto de 2001. Noche cerrada en el campo. Un grupo de doce personas se encamina con linternas por el borde de la carretera hacia la entrada de la finca. Bajo la poquísima luz que la luna ofrece se ve, tras las vallas, la fachada imponente del hospital abandonado y los restos de lo que fue su parking. El pueblo más cercano queda lejos para ir a pie,y sorprende que en un sitio tan relativamente alejado pudiera haber tiempo atrás una febril actividad.
La chica que cierra el grupo no está nada convencida acerca de lo que van a hacer. Se ha convertido en la moda del verano y ella no comprende muy bien qué puede tener de divertido meterse ahí dentro,donde seguro que sólo hay ratas, pero tiene aún más miedo de quedarse sola en la entrada mientras sus amigos recorren el edificio.
Hay un agujero en la valla, por lo que pronto se encuentran dentro del jardín.
Deciden dividirse en dos grupos para moverse con más libertad mientras recorren las seis plantas de aquella mole.
Pegada a su novio, la chica miedosa se promete que no montará un numerito, pero la sola idea de verse envuelta en tinieblas hace que se arrepienta de no haberse quedado en casa.
Ya están dentro del edificio, lejos de estar vacío, aún se aprecian las distintas estancias y los carteles de lo que un día fueron. Pasillos con camillas abandonadas, papeles y ropas amontonados,un enorme silencio y una profunda oscuridad. La linterna apenas ilumina el frente más inmediato. Y esta chiquita empieza a ponerse nerviosa cuando los demás deciden seguir subiendo plantas. Parte de las escaleras están derruidas y los huecos del ascensor amenazan con una fuerte caída. Y suben, y caminan sobre un suelo de baldosas levantadas, y en el que a veces una fotografía rompe la monotonía.
Y ella piensa en el pasado de aquel lugar, en la gente que allí estuvo internada y en por qué aún siguen muchas pertenencias por allí, como si el tiempo se hubiera detenido. Entonces siente una fuerte opresión en el pecho, no por el miedo a lo desconocido y a lo que tantas veces ha visto en las películas de terror, no porque piense en fuerzas sobrenaturales, sino porque piensa que no debería estar allí, porque se siente como si estuviera perturbando la intimidad del lugar.Y decide no seguir, y se pone nerviosa. No puede recordar cómo llega de nuevo hacia la salida y se ve fuera del edificio acompañada de su novio.
Han pasado cinco años, y aún se me encoge el estómago.
6 comentarios
Pikifiore -
Besiitos
monocamy -
Uy... jeje... acabo de captar... Bueno pues tómate un almax o algo. :S
Estoy de acuerdo con Etiam pero sólo a medias. Por un lado, ese respeto es un gesto elegante, sin duda. Por otro, es supersticioso. En un hospital abandonado, donde no hay nadie, no hay nada que respetar o dejar de respetar que no sea la propia estructura del edificio. Lo demás es esoterismo o ciencia ficción.
Si todavía dijésemos un cementerio, que hay restos... Y que conste que, en mi opinión, el hecho mismo de enterrar a alguien es un tanto absurdo y/o macabro, pero bueno.
Un besito, esta vez sí, sobrenatural. ;)
Alba -
Un besote guapa
estrella fugaz -
Un beso
ELRAYAn -
Etiam -
Sí, lo mejor que hiciste fue echarte para atrás, un hospital es el último sitio de mucha gente y como tal debe ser respetado.
Un besito