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The World of Pikifiore

De risas

Mar en calma

El regreso de las vacaciones ha venido acompañado de una vuelta a la normalidad sorprendente, en todos los sentidos. Parece que mi compañero ha decidido enterrar el hacha de guerra y el ambiente en el trabajo es más respirable, mis miedos y pequeños episodios de ansiedad van desapareciendo y finalmente se está produciendo un acercamiento entre dos personas que quiero. En mi móvil vuelven a recibirse llamadas de Marcos, y con cada mañana, me voy sintiendo algo más tranquila.

A veces es necesaria una distancia para que las cosas se calmen.

Estos días de fiesta me he escapado de la capital a mi refugio favorito, y aunque la lluvia no me ha dejado ver el pico de mis montañas, ha limpiado todo el aire. Me ha venido muy bien la escapada, que me ha traído largas charlas en un café antiguo, fiestas hace tiempo olvidadas, gente de otra vida anterior, de mi época de Toni, y unas disculpas que llevaban años atrasadas.

Teléfonos que vuelven a la agenda y voluntad para recuperar un contacto perdido, que nunca debió extraviarse. 

La ciudad de las mil torres

La ciudad de las mil torres En las aguas del Moldava se reflejan las luces de los cafés y los edificios que se asientan en sus orillas mientras la noche va cayendo. Un pequeña bruma va invadiendo poco a poco el horizonte y sus aguas van tornándose cada vez más oscuras. De vez en cuando, un barquito con música rompe la quietud del agua. Sobre el puente, las estatuas permanecen impasibles al paso de los años. Han contemplado muchas puestas de sol y muchos atardeceres, y el paso del tiempo está haciendo mella en ellas, que bajo el intenso frío conforman un perfil de cuento. Son testigo de las fotos que día a día los turistas hacen a su paso y protagonistas de los focos de los flashes. En lo alto, una fortaleza domina la ciudad, le da carácter, le imprime personalidad.

En la plaza el reloj inicia su cuenta hacia delante y la muerte toca la campana anunciando una hora en punto.

Suena música clásica.

Hace frío en Praga, en la ciudad de las mil torres.

Han sido pocos días, pero he venido enamorada de la ciudad.

 

También hay alegrías

También hay alegrías

Es de justicia que cada persona reciba lo que merece, y tras escribir posts como el anterior, siento que de algún modo no estoy siendo justa. Es cierto que en muchos momentos, una extraña tristeza me invade, como si se tratara de una pequeña herida que con un movimiento brusco se resiente y también que las cenizas de una historia que me marcó han dejado un poso hondo en mi corazón, pero asimismo es cierto que existen en mi vida hoy, grandes motivos para esbozar sonrisas. Uno de esos motivos tiene nombre, Pete.

Pete es quien me regala abrazos y sonrisas y me coge de la mano, el que me llama cada noche para desearme las buenas noches, el que me mira a los ojos y me da seguridad, y con el que paso a paso construyo una historia que me da miedo pero que a la vez no temo tanto tras cada madrugada.

Hace unas semanas, se abrió la primera brecha entre nosotros y nos gritamos tanto, que supe que podía perderle. Y me dio vértigo. Vértigo como tantas otras veces he sentido. No quisiera estropearlo. Por eso el pasado…tiene que ser eso, pasado. El presente puede ofrecer grandes historias.

Cosas que hacen que la vida valga la pena

Cosas que hacen que la vida valga la pena

Haciendo balance de las últimas semanas, llenas de luces y sombras, de dudas y decisiones, de encuentros y desencuentros, de altos y bajos, de soles y lunas, hallo un puñado de momentos que pasarán a formar parte de mi saquito de pequeñas alegrías, de pequeños hechos y mínimos actos.

Estos momentos anulan las malas caras, los malos momentos y los disgustos cotidianos. La salsa de la vida.

Encontrarte una postal en el buzón, de un lugar que creías olvidado y de un país que hace años que no pisas.

Conseguir entrar en un proceso de selección para un proyecto de cooperación donde todo son cribas.

Preparar un viaje y sonreír como una boba viendo los paisajes del destino elegido.

Tener un desayuno especial porque tu hermano está agradecido por algo.

Conducir con la canción que te sabes de memoria y cantar junto al copiloto porque a ambos os encanta.

Recibir una felicitación por una cosa bien hecha.

Sentir que has ayudado a alguien que ha tenido un problema.

Descubrir el video de una actuación que te acercó a alguien a quien creías perdido.

Llegar a una casa mucho tiempo cerrada y sentir que todo está en calma. Abrir el balcón y respirar.

Llorar con una película que tiene un final feliz.

Leer un buen libro hecha un ovillo en el sofá con el pijama puesto.

Escuchar una canción y sentir que la letra te llena por completo.

Recuperar el contacto y las ganas de hablar con quien se alejó.

Recibir un mensaje multimedia de camino a casa en el momento en que estabas pensando en la persona que lo envió, y sonreir a la luna .

Acordarte de un chiste y no parar de reír mientras todos te miran con cara de extrañeza.

Salir del gimnasio y sentir que las energías negativas se han quedado dentro.

Descubrir sobre la mesa del trabajo un libro de poesías, regalo del compañero que apenas te habla.

Hablar por teléfono sólo porque sí, porque te apetece.

La reconciliación después de una pelea.

Colgar fotos de momentos capturados.

Encontrar un mapa del tesoro, y rescatar una parte de mi infancia. Habrá días malos, pero mientras podamos llenar una cajita de pequeñas cosas, las penas son más llevaderas, y las alegrías más luminosas.

 

Un año más

Un año más

“Y en el reloj de antaño, como de año en año, cinco minutos más para la cuenta atrás hacemos el balance de lo bueno y malo cinco minutos antes de la cuenta atrás”

Doce campanadas, doce uvas que no se comieron a tiempo, ocho copas de cava sobre la mesa y unas cuantas lagrimillas para despedir el año extinto. Lágrimas agridulces, de pena y esperanza.

Adiós a un año que comenzó mal, mientras aún me sangraban las heridas de una despedida, y que con el paso de los meses se han ido curando poco a poco. Adiós al año que me trajo un trabajo nuevo y que me permitió recuperar parte de mi pasado, adiós al año de los secretos compartidos, de las revelaciones inesperadas, de las decisiones duras y de los viajes que me abrieron los ojos.

Bienvenido el año de la renovación, que comienza con la esperanza de encontrar lo que tanto tiempo llevo buscando, que me permite esperarlo con los ojos brillantes y la cabeza alta.

Bienvenido 2007.Bienvenidos los proyectos, los planes y las nuevas vivencias. 

Cuestión de optimismo

Cuestión de optimismo

En estos días navideños queda mucho lugar para los recuerdos, para las personas con la que un día celebraste las fiestas, pero también tienen cabida las sensaciones nuevas, los sentimientos de alegría, las demostraciones de cariño inesperadas y las ganas de comenzar un año con optimismo y energía.

Tiene cabida la necesidad de recoger los pedacitos de una vida y guardarlos bajo llave en un cajón. Y llenar un cajón nuevo con las vivencias de una nueva vida. Enterrar el pasado y dar carta libre al presente, que quiere comenzar florido en estos días de nieve.

No me ha tocado el gordo, pero me siento millonaria, millonaria de abrazos, millonaria de ilusiones y millonaria de gente que me quiere. 

Noche dulce y feliz

Noche dulce y feliz

Pese a que no nos trasladamos muy lejos, ya se oye movimiento de equipaje en mi casa. Unas cuantas bolsas de fin de semana que llevan casi más tiempo en mi familia que mis abuelos.

Esta noche dormiremos todos con ellos, una tradición que se remonta a cuando yo era pequeña y que con los años no se ha eliminado pese a que sólo estamos a 30 km de distancia, pero que forma parte del encanto de este día.

Este año seré yo la que duerma en un saco de dormir entre mis primos que no dejan de chillar, porque no hay camas para todos...

Es como un pequeño campamento improvisado.

Pasadlo todos muy bien...y FELIZ NAVIDAD!!!!!

 

Un año de posts

Un año de posts

“Empecemos por el principio”..., era el título con el que encabezaba hace exactamente un año mi primer post en un recién creado blog, sin estar muy segura de que fuera a cumplir su primer aniversario, ya que muchas veces comienzo cosas que a los meses se van diluyendo y quedando olvidadas, pero no ha sido este el caso.

Hace un año sentí la necesidad de refugiarme en esta página para escribir aquello que verbalmente no podía transmitir. Me sentía perdida y había pasado de un mundo color rosa a un mundo gris, en aquellos días no sentía ilusión por nada, me había salido del sendero y sólo podía caminar a trompicones sobre caminos de gravilla mal trazados. Me había quedado sola con mis recuerdos y sin una explicación y mis cimientos se desmoronaban. Recuerdo la fría tarde en que, animada por un mail, inicié The World of Pikiore.

Al principio me leían dos personas, a las que guardo gran cariño porque me abrieron la puerta a sus escritos, y era a las únicas a las que leía antes de iniciarme en esto. Con los meses me sorprendí de que nuevas personas leyeran este espacio, que nació de la nada y gracias a eso he conocido a mucha gente encantadora.

Desde aquí doy las gracias a todos aquellos que me leéis, aunque a veces mis posts sean ñoños o tristes, aunque sean aburridos o previsibles, a todos los que me hacéis reir con vuestros comentarios, o reflexionar con vuestras palabras, o emocionarme con vuestros ánimos. Gracias a los que me habéis permitido descubrir bonitas canciones o a aquellos con los que he podido compartir un café o una agradable comida.

En definitiva, gracias a todos

En el Capricho

En el Capricho

En la tregua que este fin de semana nos ha dejado la lluvia, Marcos me recogió en mi casa y me llevó a un sitio al que yo quería ir desde hacía tiempo y que por diferentes circunstancias no había podido conocer, el parque del Capricho en las afueras de la capital. Un parque del siglo XVIII, gran desconocido incluso para los que aquí vivimos al no poseer la buena situación de otros verdes lugares como el Retiro.

La tarde no era agradable, hacía frío y el cielo encapotado amenazaba con volver a dejar caer agua sobre nosotros, pero la atmósfera se me hizo amiga en seguida. Pasear bajo esos árboles entre dos luces, oír el agua que caía en pequeñas cascadas o contemplar el decrépito palacio que corona uno de los caminos, me hizo retroceder en el tiempo. Pensé en aquel lugar en un día soleado, mientras invitados ilustres en pequeñas barquitas se apeaban en el embarcadero a los pies del salón de baile construido en la orilla mientras una pequeña orquesta les invitaba a entrar...

La tarde nublada y la poca gente que había, le daban un aire abandonado al lugar, pero al mismo tiempo muy atrayente.

Me gustó el detalle de Marcos, que sabía de mis ganas por conocerlo. Desde el pasado mes de junio, hemos pasado muy poco tiempo juntos y le echaba de menos. Paseando con él, me pregunté que hubiera ocurrido si no llego a superar la dependencia que el año pasado demostré hacia él, esa confusión que me hizo creer que podía haber amor donde sólo hay amistad.

Cierto que nos hemos alejado, pero las circunstancias así son. Su novia es algo celosa, y yo no quiero ser fuente de discusiones. Y él por otra parte, siente que puede ser molesto para Pete, siendo éste incluso su mejor amigo. Lo cierto es que juntos seguimos estando igual de bien que siempre.

Y por tardes como esa, merece la pena esperar.

A una gran persona

A una gran persona

Ayer, por primera vez en sus 90 años de vida, mi abuelo probó una pizza. Como ha ocurrido en ocasiones anteriores con otras cosas, no la volverá a comer. Y eso que le encantó. Hace poco descubrió lo buenas que estaban las alitas de pollo con barbacoa, y tras pedirle a mi abuela que se las volviera hacer, ella me comentó que no las querría. No le gusta introducir nada “novedoso” en su alimentación. Desde que tengo uso de razón le he visto tomar sopa de fideos para comer y sopas de leche para cenar. Lo mismo exactamente que tomaba cuando vivía en el pueblo y las ganancias de sus padres no daban para más. Lo mismo que tomaba en las trincheras durante la guerra civil…Trato de hacerle ver que ya no es necesario tomar lo mismo, pero siempre alega que es demasiado mayor para cambiar unas costumbres que ha adquirido a lo largo de los años. Mi madre me cuenta que cuando ella era niña, mi abuelo comía un poco de cada cosa, pero siempre ha sido muy sobrio.

Adopta las rutinas establecidas y ya no hay nada que le haga cambiar. No recuerdo haber visto en su casa una cadena de televisión que no sea la Primera, ni recuerdo haberle visto sentado en un sillón que no sea el que utiliza para leer el periódico. Es un hombre metódico, y reniega de casi todas las nuevas tecnologías, le sorprende lo mucho que el mundo ha cambiado desde que él era un muchacho. Tiene una agilidad sorprendente para los cálculos y es capaz de hacer complicadas operaciones matemáticas sin tardar. Jamás ha utilizado una calculadora. Cuando nos reunimos todos para alguna celebración familiar, mi abuelo recupera viejas historias de la guerra, de sus compañeros de bando, de las campañas y nos enseña heridas de metralla en su ya desgastada piel…Es un hombre tranquilo, paciente y cariñoso, y hoy cumple años. Y desde aquí le felicito… aunque sé que jamás conseguiré que se acerque al ordenador a leer este post.

Rumbo a...

Rumbo a...

Sin haber terminado de aterrizar aún y adaptarme de nuevo a la rutina, vuelvo a despegar. Esta vez no es de manera figurada, sino real. El domingo cojo un avión rumbo al país de los valses, a pasear por el Danubio y visitar el lugar donde Mozart vió la luz, a ver los Alpes…en definitiva, a conocer un poquito más mundo.

 Así que, me vuelvo a despedir hasta la semana próxima. Muchos besos a todos

Brilla el sol

Brilla el sol

Ahora que echo la vista atrás, veo que este invierno pasado me ha dejado momentos inolvidables, han sido unos meses duros, de muchos temores, de muchas dudas y de muchas decepciones, pero ayer, mientras estaba tumbada en el césped de la piscina oyendo música, pensaba que todo sucede por una causa, y que si no hubiera sido por todas esas dificultades, no estaría yo ahora sonriendo como una boba y con muchas ganas de comerme el mundo, porque voy recuperando la confianza. Empiezo a ver las cosas de otro color, y las ideas tan firmes de hace un tiempo, ahora se tambalean. Todos podemos cambiar de opinión. Nunca pensé que me costara tan poco hacerlo. Y creo que no me he equivocado, aunque quizá aún es pronto para saberlo.

De momento, sólo tengo ganas de reirme. Que el tiempo del frío ha pasado

Gracias

Un regalo inesperado, una visita sorpresa y un montón de palabras bonitas son demasiado viniendo de alguien con quien siempre he sido muy reservada y que a la larga casi siempre me ha mantenido a distancia.

Durante los últimos dos años ha contemplado los cambios en mi vida como un puro observador, siguiendo la escena y asintiendo cuando algo le parecía bien o negando con la cabeza cada vez que yo hacía algo que él no consideraba adecuado, aunque nunca me juzgó, siempre tenía palabras de consuelo o de comprensión, o se acercaba para felicitarme cuando me ocurrían cosas buenas. Testigo de mi creciente amistad con Marcos, tuvo muy claro desde el principio la complicidad que había alcanzado con él, con su mejor amigo. Y él, que desde la infancia le acompañaba vió cómo poco a poco se distanciaba cada día un poco más de su amigo del alma. Pero nunca me lo echó en cara. Yo no le quité a nadie, únicamente quise compartir con él a la persona que los dos considerábamos nuestro mejor amigo.

Cuando conocí a Marcos, por extensión le conocí a él, pero su trato tímido, formal y en ocasiones rallando lo paternal me inclinaba más hacia otros lados de la balanza. Protector hasta extremos insospechados, y mordaz en momentos inoportunos, dotado sin embargo de una buena voluntad de la que siempre se lamenta y con la que carga como un lastre, cansado de ser “un buen chico”.

Porque nunca he hablado de él, y porque en los últimos meses he empezado a conocerle y quizás a entenderle, porque sabe escuchar y porque sabe esperar, porque estoy descubriendo a una gran persona. Por todo eso y mucho más, le dedico hoy este post. Bienvenido Pete…

No soy una chica de campo, parece que allí la naturaleza se rebela contra mí y me hace más irritable, no obstante siempre que alguien sugiere pasar un día en el bosque o hacer una barbacoa en algún área reservada y pasar el día al aire libre me apunto al plan con un aire optimista y con alegría, aun a sabiendas de que voy a acabar harta.

Este fin de semana hemos organizado una macrobarbacoa, unas cincuenta personas más o menos, de las que al final solo conoces a las de siempre, por suerte, al menos este año el tiempo se presentaba fenomenal.

Me tocó a mí llevar el coche y me perdí porque no me dieron bien las indicaciones, con lo que llegué una hora más tarde y después de andar dando vueltas por los pueblos de la zona con el aire acondicionado estropeado. No fui la última, pero una vez allí no encontraba a mi grupo. El pinar estaba abarrotado de familias y las parrillas estaban solicitadísimas. Al final después de un rato y dos balonazos en la cabeza divisé la camiseta amarillo chillón del novio de Ángeles, que es otro clásico en nuestras excursiones.

No suelo comer nada en ese tipo de eventos, no me gusta la panceta ni el chorizo, así que me limito a picotear un poco de ensalada y a beber sangría. Cuando llegué, la sangría estaba calentorra y se me subió a la cabeza, mejor, así pude soportar con estoicismo las conversaciones de unos babosos que se sentaron a mi lado. Ángeles, con su habitual diplomacia, me saludó con un: “Mira Fiore, quiero que conozcas a estos chicos”, y acto seguido me los endiñó. Estar soltera en mi grupo de amigos supone tener que darle coba a los nuevos especimenes, mientras por detrás mi amiga me mira con cara interrogante para estudiar mi reacción. Más de lo mismo, ya me las apañaré solita.

Luego se pusieron a jugar al futbol, estupendo, así me escaqueo de los plastas. Resultado: un tobillo hinchado y la cara achicharrada por el sol.

Mi cabeza como un bombo, así que a dormir un ratito debajo de un árbol, las conversaciones van haciendose más lejanas y empiezo a relajarme, mejor, así tampoco tengo que soportar cómo Marcos tontea con una de las chicas nuevas. Ya había hecho mis indagaciones:es una compañera de trabajo de la prima de Ángeles...pues ya podía habersela dejado en casa.

Me adormezco, oigo a la chica reirse. Seguro que Marcos ya le ha contado una de sus gracias...

Cuando me espabilo tengo sarpullidos en la cara. ¡Lo que faltaba!, toma reacción alérgica, y mi cabeza aún me estalla. ¿queda mucho?

A la hora de marcharme descubro con horror que el coche está lleno de barro. Normal, teniendo en cuenta dónde estaba aparcado.

Antes de ponerme en marcha, oigo a la nueva gritando. Le ha picado un bicho y se ha puesto histérica. Sonrío.

Soy mala. Lo sé.

 

Una vuelta de tuerca al cuento

Una vuelta de tuerca al cuento La princesa y el sapo encantado

 

 

Había una vez una princesa bella, muy inteligente, pero bastante insegura y demasiado enamoradiza, caminando con su nodriza por las orillas de un lago.

- ¡Ay, nana!- se quejaba la princesa-, ¿Cuándo será el momento en el que encuentre a mi principe azul? Sueño con él, con su castillo dorado…

- Con su caballo verde…

- Ya no sé qué hacer para encontrarlo. He dormido como una marsopa, he perdido cantidad de zapatitos…¡Lo único que me falta es besar a un sapo!

- A propósito, milady, ¿adivine quién anda por ahí?

La princesa mira a su lado y cuál no sería su sorpresa cuando ve un sapo en el borde de la laguna. Se acerca ansiosa y se arrodilla para contemplarlo mejor.

- ¡Oh, nana!¡Mira, es un sapo encantado!

- ¿Cómo sabe que está encantado?

- Se puede ver a simple vista que está feliz

- Bueno, milady, dígale algo a ver si le contesta.

- ¡Ay, qué nervios!...¿y qué le puedo decir?

- Que usted también está encantada.

- No me animo a hablarle…¿qué hago nana? ¿lo beso directamente o me cambio el vestido? ¿Me suelto el pelo o me acomodo el moño? ¿Le gustaré? ¿Será apasionado o se parecerá al príncipe Carlos?

- Disculpe, milady-la interrumpe la nana-, ¿pero usted se está comiendo la cabeza por un sapo?

- Querida nana, este inmundo batracio sólo puede albergar un principe de primera.

Pero cuál no sería su sorpresa cuando oyen que el sapo les dice:

- No os asustéis de mí, os lo ruego. Yo una vez fui un hermoso príncipe, pero el hechizo de un brujo maléfico me convirtió en sapo, por medio de un sortilegio que sólo puede ser roto por el beso de amor de una casta doncella soñadora.

- ¿Con ser soñadora no alcanzará?- dice la princesa ya decidida a besarlo.

Pero la nana la interrumpe y se dirige al sapo:

- ¿Cómo sabemos que no está mintiendo?

- ¡Soy incapaz de mentir!-contesta el sapo- El hechizo del brujo fue precisamente por haber sido mentiroso y me dejó incapacitado para mentir.

- Muy bien, pero antes de tomar una decisión-dice la nana- queremos saber cuáles son sus intenciones.

- Mis intenciones son las mejores-asegura el sapo-ya que sólo el beso de ella puede volverme a mi condición de principe, y entonces le propondía matrimonio, iríamos a vivir al castillo con mi padres, ella renunciaría a su nombre para adquirir el mío, a su religión para adquirir la mía, me acompañaría a todos los actos oficiales y atendería el castillo, criando a mis hijos y renunciando a ellos en caso de divorcio.

¿Nada más?-pregunta la nana.

- Nada más-responde el sapo.

La princesa y la nana se apartaron del sapo para deliberar.

Esa noche cenaron puchero de sapo.

 

 

(Extraido del libro “Si soy tan inteligente…por qué me enamoro como una imbécil”, de Gabriela Archer)

 

Cae la nieve sobre Madrid

Cae la nieve sobre Madrid

El sábado pasé la mañana en un examen, con un montón de personas más. La mañana se presentaba amenazadora y gris y sobretodo muy fria, y nosotros, pobres opositores congelados, esperando que dijeran nuestro nombre en plena calle. Después, más de lo mismo, tests, nervios, dudas...

Durante todo el día no paró de llover, y aunque no parecía que fuera a mejorar, se mantuvo programada la cena de esa noche, a la que asistí con más desidia que otra cosa.

Las conversaciones sobre sus pisos y las muestras de cariño continuas entre las parejitas asistentes fueron la tónica habitual , así que me puse a jugar con las servilletas. Me llevo muy bien con ellos, pero creo que ya no cuadro allí. Se trata de gente con la que salía hace tiempo y a quien tengo mucho cariño, pero no me apetece acudir a cenas en las que yo soy la única que no tiene pareja y que no tiene una vida ordenada y no aguanto que me digan: “Fiore, a ver cuando sientas la cabeza”. Me sentía como Bridget Jones acudiendo a una cena en casa de sus amigos, “los petulantes casados”.

Al terminar la cena, todos se fueron a casa y yo que tenía ganas de tomar una cerveza llamé a mis amigos. Estaban en una fiesta de Carnaval,vaya por Dios...

Me acerqué un rato, pero ese rato se convirtió en horas y al salir, un manto de nieve cubría las calles. Todo estaba blanco y seguía nevando. Y no había indicios de que parara. Al llegar al intercambiador de autobuses me enteré de que debido al mal estado de las carreteras habían suspendido el servicio, por lo que me era matemáticamente imposible volver a casa.

Si no fuera por mi ángel guardián ahora mismo seguiría al borde de la congelación esperando que pasara el temporal. Marcos me ofreció cobijo en su casa y me vino a buscar cuando ya tenía los pies calados.

Mientras me abrazaba para que entrara en calor, pensé que así iba a estar bien, que podrá haber otras chicas en su vida, pero mientras él siga estando ahí, todo estará bien.

Paseamos por la nieve hasta su casa, hacía tanto que no veía nevar en Madrid...

Al día siguiente me levanté muy animada. Había dormido sonriendo toda la noche.