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The World of Pikifiore

De recuerdos

Chica del bus

Chica del bus Aquel fue el primer verano que me tocaba trabajar durante los meses de julio y agosto, y acostumbrada a salir todas las noches a tomar algo, los madrugones eran para mí un auténtico suplicio. Cuando sonaba el despertador me juraba que iba a limitar mis salidas e iba quejándome para mis adentros hasta que llegaba a la parada del autobús. Me daba mucha rabia pensar en lo a gusto que estaría durmiendo.

A las siete y cuarto de la mañana siempre eramos los mismos, con cara de sueño y preparados para un trayecto de una hora hasta la capital.

A mediados de julio, comenzaron a llegar caras nuevas a la parada, y entre ellos un jovencito tímido que siempre se escondía tras un enorme libro. Me llamó la atención porque parecía muy desorientado. Tenía un aire descuidado y ausente, parecía como si el resto del mundo no existiera para él. Picaba su billete y se sentaba al final a devorar su libro. Empecé a fijarme en las cosas que leía, en sus gestos, en la ropa que se ponía, y poco a poco empecé a conocer sus expresiones y sus pequeños hábitos, como el de tamborilear con los dedos en la rodilla cuando algo de lo que leía le parecía muy interesante o a inclinar levemente la cabeza cuando estaba en desacuerdo. Acostumbraba a dejar de leer durante unos minutos cuando pasábamos por una colonia residencial y se dedicaba a contemplar las casitas bajas y sus jardines…

Para mí, se había convertido en algo habitual verle todos los días de camino al trabajo. Un buen día no vino. A día siguiente tampoco, y así durante varios días. Cuando regresó, se me escapó una sonrisa de alivio, que no le pasó desapercibida. Sin que yo le preguntara nada me contó que su hermano pequeño había estado muy enfermo y por eso no había ido a trabajar esos días. Fue una conversación muy breve, pero fue la primera.

Yo pensaba que no debía vivir muy lejos de mí, puesto que cogía el autobús en mi parada, y cual no sería mi sorpresa cuando descubrí que vivía en mi calle.

Un fin de semana me lo encontré tras comprar el pan, y con una sonrisa me dijo: “Hola, chica del bus…”

Me invitó a tomar algo y desde aquel día se convirtió en alguien muy especial. Enseguida su dulzura hizo que yo perdiera la cabeza. Su acento argentino me cautivaba, y yo no podía dejar de mirarle ni de escucharle. Me contó muchísimas cosas, me hizo partícipe de sus deseos y de lo que esperaba de la vida, pero en todo ello había un poso de tristeza.

Y un buen día me comunicó que volvía con su familia, que echaba mucho de menos aquello y necesitaba volver.

Creo que fue uno de los momentos más tristes que recuerdo.

Pensaba regresar pasados unos años. Pero nunca volvió…

Curiosamente, en la que fue su casa ahora vive una amiga mía, y cuando voy a visitarla, en lugar de sus equipos de música , en mi cabeza vuelvo a ver las estanterías con aquellos libros leidos y releidos, los posters y fotografías que empapelaban su habitación, y su ropa desperdigada esperando ser colocada.

He escrito este post, inspirada por unos sentimientos que tras leer a Kamala vinieron de nuevo a mi cabeza hace unos días.

Padre solo hay uno

Hace un año en mi familia pasábamos uno de los peores momentos que recuerdo. Mi padre se había puesto muy enfermo y le habían tenido que ingresar de urgencia en un hospital, y mi madre se hallaba convaleciente de otra dolencia por lo que apenas podía salir de casa.

Mientras la ambulancia se llevaba a mi padre, fui consciente que toda la responsabilidad caía sobre mí, yo debía tomar las riendas acerca de cómo llevar la situación en ese momento. Cierto que, tanto mi hermano como yo somos ya mayorcitos, pero me quedé en blanco durante mucho tiempo tratando de sobreponerme. Sólo quería preguntarle a mi padre qué debía hacer, a la misma persona que se habían llevado a toda mecha en medio de la noche, y quise gritar porque me dí cuenta en ese momento de cuanto le necesitaba y de que nunca había sido consciente de ello. Mi padre siempre había sido el pilar sobre el que se movía mi vida, cualquier decisión que he tenido que tomar, por muy pequeña que fuera, ha pasado por su tamiz. Yo, que siempre me las he dado de muy autosuficiente, no lo era tanto, y no era ni capaz de dar un paso sin que mi padre lo aprobara.

Por eso, verme sin él fue uno de los momentos más duros de mi vida. Mi padre hasta entonces siempre había estado en casa para cuando lo necesitara.

“Papá, tengo que hacer esto”, “papá, tengo que hacer lo otro”, a veces ni siquiera me molestaba en trabajarmelo yo solita porque sabía que podía sacarme él las castañas del fuego. Dependí demasiado de él y de sus aprobaciones. Casi nunca valoraba las opiniones de mi madre, y cuando tenía alguna discusión con ella, la única persona a la que acudía era justamente a él, aun sabiendo que no podía ponerse de mi lado.Durante dos días con sus noches dormí a su lado en la habitación del hospital, pensando en que siempre lo recibí todo de él, y él había recibido poco de mí. Que nunca le conté lo mucho que me dolía cuando se enfadaba conmigo, o que todas las mentiras que le dije no eran sino para hacerle rabiar y colmar su paciencia, que todas las amenazas de hacer tal o cual cosa, marcharme sin permiso de viaje o hacer cosas que sabía que no aprobaba, solo se quedaban en eso, en amenazas, nunca hacía nada que él no hubiera hecho, pero eso él no lo sabía. A sus ojos, yo quería mantener esa imagen de tozuda y terca , no quería que sufriera, pero al mismo tiempo le hacía sufrir con esa actitud.

 

Nunca le había dado un beso porque me apeteciera o porque estaba muy contenta, no. ¿para qué? si el iba a estar allí siempre.

Pero nadie está nunca para siempre. Me juré que si mi padre sobrevivía, muchas cosas cambiarían, cambiaría mi manera de actuar con él, y no sería tan arisca, le demostraría que me importaba más de lo que él pensaba.

Hoy, puedo dar las gracias a la vida por dejarme cumplir ese juramento.

Hoy mi padre sabe que le adoro, y así se lo demuestro cada día que pasa.

 

El y ella...

El y ella...

Cuando ÉL  y ELLA se conocieron, no imaginaron ni por un instante la historia que surgiría entre ellos. En contra de los pronósticos de los que les rodeaban, se enamoraron. A ELLA le encantaba su aire de niño tranquilo, su serenidad y su ternura. A ÉL le gustaba porque decía que le hacía la vida más interesante y se sentía vivo con el sonido de su risa. Pero buscaban cosas distintas. ÉL era un tipo independiente, introvertido y metódico, que estaba a gusto con ella pero no quería pensar en un futuro. ELLA era una romántica incurable que deseaba que vivir algo especial y duradero. Tuvieron momentos inolvidables, y otros en los que se dijeron cosas que intentaron borrar, pero siempre estuvieron unidos por un hilo especial. Hasta que se rompió. ELLA se agotó de esperar y ÉL no luchó lo suficiente.

ELLA lloró mucho, pero encontró consuelo en una persona maravillosa que le dió todo aquello que había buscado y con quien recuperó la ilusión, pero importantes motivos hicieron que tampoco aquello funcionara.

EL se dedicó a estudiar y estudiar y pronto el tiempo pasó. A veces ELLA se sentía tentada de llamarle y escuchar su voz, pero luego recuperaba la cordura.

Pasó más tiempo y ELLA empezó a sentir deseo por su mejor amigo, deseo que confundía con amistad o a la inversa.Y se dedicó a intentar frenar ese sentimiento.

Hace un mes EL la llamó y volvió a sacudirla en un momento en que ELLA creía haberle olvidado. Y se materializaron sus miedos del pasado y todos sus disgustos pasaron de nuevo por su cabeza, por eso, no quiso verle. No quería abrir de nuevo la caja. Se marchó de vacaciones conmovida porque hubiera dado señales de vida, y furiosa también por ese motivo.

EL encontró un trabajo, y se dedicó a hacerlo lo mejor posible.

ELLA cambió su trabajo por otro mejor hace unos días, y en su afán por conocer el nuevo edificio, descubrió que el azar, o el destino, o lo que quiera que fuera, le había hecho una jugada. Allí, cuatro puertas más a la derecha de su despacho…trabajaba ÉL.

¿Por qué, Toni? ¿Por qué cuando ya te habías marchado de vida? Ahora a la ilusión del nuevo trabajo se une el miedo que me da sufrir, y sobretodo el poder volver a enamorarme de ti.

Años atrás

Años atrás

Cuando tenía catorce años pasé una temporada viviendo en Francia en un internado gracias a una feliz idea de mis padres, que querían que perfeccionara el idioma. Era un internado mixto, pero con zonas separadas para niños y niñas, al estilo de los colegios ingleses. De aquella época guardo muy buenos momentos,pero también la recuerdo como un periodo de mucha soledad. Echaba tremendamente de menos a mis padres y a mis amigas de aquí, y aunque iba con mi mejor amiga, no me hacía gracia la idea de tener que estar hablando francés durante el día y soportando a aquellos niños franceses que tan mal me caían. Todos excepto uno, se llamaba Guillaume Gineste (Gigi el amoroso para nosotras) y era a sus catorce añitos, todo un pícaro. Se convirtió en nuestro compañero de juegos y con él ibamos a tomar chocolate a la plaza, a jugar a la playa y a hacer burla a los turistas que llegaban en verano a nuestro pueblito. Montábamos en bici haciendo el loco y haciamos todo lo que podíamos para irritar a nuestros monitores del internado. Guillaume era un rebelde nato y nos arrastraba a nosotras en sus ocurrencias.Las niñas le adoraban y los niños hacían lo que él decía, pero él siempre fue muy arisco para las demostraciones de cariño.

Una tarde volviendo de jugar al tenis, nos dimos un rápido beso en las bicicleteras, y recuerdo que después yo le dí una patada en la rodilla. No volvió a pasar, pero el día que volví a España, los dos lloramos como magdalenas. Durante los siguientes meses nos escribimos cartas, y nos mandamos fotos, pero poco a poco las cartas empezaron a espaciarse y terminaron por desaparecer.

Hace un año mis padres instalaron una parabólica y a través de ella vemos canales internacionales. Mi madre dice que viene muy bien para que sigamos familiarizados con el idioma, así que de vez en cuando me da por poner el canal de la televisión francesa. El domingo a media tarde, mientras hacía zapping, me paré a ver un concurso al estilo 50x15 en francés. Habían eliminado a un concursante y en ese momento llamaban a otro. Un muchacho regordete y de ojos vivos se mostraba nervioso ante la cámara mientras el presentador le hacía preguntas. Tenía unos ojos que me resultaban familiares.El presentador dijo: “Guillaume habite à Lyon avec sa femme et ses deux fils.C’est la prèmiere fois qu’il vient a la tèle »

¡Guillaume ! Mi Guillaume. Doce años después, se había casado y había tenido dos niños.En mi mente, pensé que seguiría siendo un rebelde, aunque esa carita de pícaro no había cambiado. ¡Qué sensación tan rara me invadió!Verle en el salón de mi casa, desde Francia.

Grabé lo que quedaba de programa y me pasé toda la tarde viendo los álbumes de aquella época. Fue como retroceder de golpe más de una década.

Máscaras, disfraces y recuerdos

Máscaras, disfraces y recuerdos

Junto a la ventana de mi despacho se levanta ahora un enorme escenario instalado en el patio con motivo de las fiestas de Carnaval. Durante toda la semana, los operarios de sonido y de instalaciones han estado afanándose en la tarea, por lo tanto, mi semana ha sido poco productiva. Con tanto ruido ahí fuera no se puede trabajar igual, pero el caso es que ha quedado muy bien.

Mañana inauguran el carnaval y comenzarán las fiestas. Habrá desfiles y bailes, pero yo no podré ir porque estaré estudiando en mi casa, ya que el sábado me examino otra vez . Tampoco me apetece.

El año pasado estuve por primera y de momento única vez en un desfile. En Madrid no se viven igual los carnavales, al menos yo no los vivo a fondo porque no son unas fiestas que me gusten demasiado. Pero el año pasado fue especial porque fue durante el desfile cuando surgió la relación por la que he derramado tantas lágrimas en los últimos meses.

Desde siempre he sido muy vaga para disfrazarme y aunque luego me veía muy graciosa me costaba tomar la iniciativa de decidir de qué quería vestirme. Ahora con el paso del tiempo ya hace muchos años que no me disfrazo, más que por sentido del ridículo por pereza. Sin embargo, me gusta ver a la gente disfrazada y participar en la elaboración del traje. Mis amigos adoran disfrazarse y para ellos, no hace falta que sea carnaval para hacerlo, se buscan cualquier excusa para hacerlo en cualquier mes del año.¡No nos habremos echado risas cuando en pleno mes de junio deciden montar su propio carnaval!. Este año creo que no habrá disfraces, al menos no en febrero.

Cuando estaba en el colegio, estos días representaban excusas para no ir a clase, pero a diferencia de los otros niños del barrio mis días sin clase eran diferentes ya que mientras los demás estaban jugando yo tenía que ir el miércoles de ceniza al colegio para que las monjas me hicieran el ritual de la ceniza. Nosotras presumíamos luego para ver quién era la que tenía más ceniza en el pelo, cuanto más se tenía más molaba. Después las monjas nos daban una comida especial y nos anunciaban que en muchos días (cuarenta) ya no podríamos comer carne, y yo lloraba, porque a mí era lo que más me gustaba...

Entre recuerdos, me voy a tomar el café de media tarde. Mientras, en el patio se hacen los últimos ajustes de sonido y se escucha algo de música.

“Todo aquel que piense que la vida siempre es cruel tiene que saber que no es así que tan solo hay momentos malos y todo pasa .Todo aquel que piense que esto nunca va a cambiar tiene que saber que al mal tiempo buena caraaa.Ahh, no hay que llorar que la vida es un Carnaval y las penas se van cantandoo”

 

 Pues eso, que me lo aplique yo la primera.

 

 

 

 

Evocaciones y canciones

Evocaciones y canciones

CONNOTACIÓN: Significado subjetivo que tiene una palabra por su asociación con otras.

Recuerdo a la profesora del colegio cuando nos explicaba la diferencia entre denotativo y connotativo, mi cabecita infantil no se aclaraba con los términos y me preguntaba porqué si algo ya tenía un significado, nosotros podíamos buscarle otro.

 

Malditas connotaciones...ahora ya sé que a veces algo determinado nos puede evocar diferentes reacciones y significar cosas distintas.

El simple olor de un perfume asociado a alguna persona concreta me puede provocar reacciones diversas. Si huelo Alvarez Gómez, mis connotaciones son familiares, me hacen recordar a mi padre y a mi abuelo, y la sensación es agradable. Si huelo Hugo Boss, mis connotaciones son más sexuales, mi primer novio olía así y aún hoy no puedo sentarme al lado de alguien en el autobús con el mismo aroma sin pasarme todo el camino mirándole de reojo.

Todo nos evoca algo, ya sea positivo o negativo. Situaciones determinadas, un paisaje, un lugar cerrado, un pequeño detalle, una conversación, una simple palabra, una melodía...

La música, sin duda, es la que más me conmueve ¿quién no tiene canciones que asocia con momentos determinados? Momentos alegres, momentos tristes, momentos especiales...

Estas son las mías:

Canciones que me evocan buenos momentos:

-          My heart will go on, de Céline Dion (mi primer beso verdadero)

-          Je l’ aime a mourir, de Francis Cabrel (reminiscencias de mi etapa francesa)

-          Lady in red, de Chris de Bourg (la primera vez)

-          Losing my religion, de REM (un viaje alucinante)

-          El roce de tu cuerpo, de Platero (muy buenos momentos adolescentes)

-          Azul, de Cristian (un amor al otro lado del mar)

-          No es lo mismo, de Alejandro Sanz (complicidad absoluta)

Canciones que me gusta oir para animarme :

-          Overtura de la ópera “Caballería Rusticana"

-          Es por ti, de Juanes

-          Preguntas, de El Canto del Loco

-          Uptown Girl, de Westlife

Canciones que duelen:

-          Como Camarón, de Estopa

-          Días de verano, de Amaral

-          No vuelvas a mí, de la Factoría

-          Revolvió, de Bebe

-          No, de Shakira

 

Estas aún no puedo escucharlas sin que me cueste.

 

El mes más largo de mi vida

El mes más largo de mi vida

Hoy de nuevo me siento triste.

Hoy hace un mes que Zak salió de mi vida, aunque no de mi corazón, sé que aún no ha pasado el tiempo suficiente para que salga de ahí.

Un mes en el que han pasado unas navidades, un nuevo año que ha comenzado, un proyecto que empieza a ver la luz, cosas cotidianas que no he podido compartir con él.

Un mes que ha sido como un año entero.

Mensajes que no se reciben, teléfonos que no suenan, y una esperanza de volver que cada día que pasa se apaga un poco.

Hasta hace unos días aún no había hablado abiertamente del final de todo aquello, ni siquiera con mi mejor amiga. Con ella sólo lloraba, pero era incapaz de hablar de todo lo que ha pasado. Ahora, treinta días más tarde, lo veo irreal, como si hubiera pasado en otra vida, o a otra persona. Y no termino de creerlo.

Ya no me levanto llorando, ya no pienso en él cada minuto del día, ya no me pregunto continuamente si estará bien, porque no me dejo a mi misma, porque me obligo a no hacerlo.

Porque quiero que esto pase.

Sin embargo, cada vez que suena el movil pienso en mi interior que puede ser él, y cada vez que paso por su casa me imagino subiendo a darle un sorpresa...y luego pienso, no, ya no.

No ha sido mi primera relación, ni tampoco la más larga, de hecho, ha sido demasiado corta, pero sí aquella cuyo final más me ha marcado, por lo inesperado de la decisión.

Trastorna mucho cuando un día estás arriba, y en menos de veinticuatro horas ya no estás.

Ha sido la relación más especial de toda mi vida, en la que he vivido con más ilusión y más esperanza hasta el más mínimo instante. La que me ha devuelto la sonrisa tras unos momentos bastante malos, la que me ha hecho creer en mis capacidades, la que me ha dado otra forma de ver el mundo.

Y aunque ahora no estemos juntos, y quizá ya no lo estemos nunca, y aunque me cueste mucho entender sus razones, nunca podré reprocharle nada, porque mientras duró, siempre fui su princesa...y nunca hizo que me arrepintiera de haberle conocido.

Es por eso que duele tanto.

 

 

 

 

 

Vuelta al pasado

Vuelta al pasado

Hay una canción de La Oreja de Van Gogh que cada vez que la escucho me hace recordar una época a la que no quisiera volver. Se trata de una etapa agridulce de mis primeros años en la universidad. Por aquel entonces, yo estaba totalmente obsesionada ( que no enamorada) con un chico. Mi mundo no existía si él no estaba cerca, y toda mi existencia se centraba en saber qué es lo que hacía y dónde estaba. Durante años (¡¡uff, ahora que lo pienso fueron años!!) tuvimos una relación sin compromisos, nos liábamos de vez en cuando y mi objetivo continuo era hacer que entre una vez y otra pasara cada vez menos tiempo. Yo quería ser la única, pero para él yo sólo era la amiga con la que pasar determinadas noches.

Ahora sé que aquello no era sano para mí, lloraba todos los días y él seguía manteniéndome como una más en la lista, eso sí, con prioridad pero sin exclusividad. Fueron años en los que por seguirle cambié hasta mi forma de actuar. Salía siempre hasta las mil para que encontrara en mí una compañera de fiestas ideal, raro era el día que no cerrábamos el bar, él y yo, siempre los dos, porque aunque no tuvimos nunca una relación ideal de pareja, él estaba a mi lado como un amigo. Pero la amistad se fue deteriorando, porque mi obsesión se hacía mayor y no soportaba verle con nadie más. Ya no me servía seguirle en sus fiestas, ni reirle sus gracias, separé mi vida de la suya, y por ello pude recobrar mi normalidad y superar mi obsesión.Este fin de semana coincidí con él en una fiesta de cumpleaños. Y volví a reirme con él, y a hacer payasadas y a bailar, volví a quedarme hasta las siete de la mañana mientras llegaba el autobús, y a divagar en un banco recordando viejos tiempos, no tan buenos. Fui capaz de verle sin sentir esa enfermedad de los celos que me asaltaban en el pasado.Gracias a Dios, o a mi misma, ya no soy así. Sigo recordando “las tardes de invierno por Madrid” y “las noches enteras sin dormir”. Sigo recordando su imagen “esperando en mi portal sentado en el suelo”, pero están tan lejanas, que forman parte de otra vida, otra vida a la que no volvería.

 

Y ahora que le he visto de nuevo, lo sé más que nunca.

 

La noche de la ilusión

La noche de la ilusión

Desde siempre, la víspera del día de Reyes me ha parecido un día especial, ultimando los preparativos y haciendo las últimas compras, bastante apuradas ya.

Recuerdo la sensación de irme a la cama esa noche antes de lo habitual y muy nerviosa por si hacía algún ruido y asustaba a los camellos, y entonces decidían no aparecer por mi casa. Mi padre nos pedía que le llamáramos si queríamos ir al baño, pero mi hermano y yo nunca nos atrevimos a movernos de la cama. Cuando amanecía, mis padres nos despertaban para que fueramos todo juntos al salón y abrir los regalos.

Ya no hay niños en la familia, pero a pesar de ello, seguimos viviendo estos días como cuando lo éramos, y mis padres mantienen la tradición incluso colocando sus zapatos y los de los demás en el salón.

También seguimos bajando a la cabalgata, me encanta ver a todos los niños tirando de sus padres para colocarse lo más cerca posible y recoger tantos caramelos como quepan en sus manitas. Me gusta ver las caras de los padres cuando miran a sus hijos. Me emocionan aún las luces de las carrozas y los trajes de los pajes, los malabaristas y los camellos, los globos, las luces...Me parece una noche que alimenta la magia.

Aún sigo siendo una niña.

 

Encuentro especial

Encuentro especial

De un plumazo se han ido al garete mis propósitos de empezar el 2006 partiendo de cero. En cuanto sonaron las doce campanadas, y tras unas cuantas lagrimillas de rigor que ningún año puedo evitar, me conciencié de que el 2005 pertenece al pasado y que por tanto al pasado también pertenece Zak. Durante días, he actuado como si nunca hubiese existido, al haber cortado de forma radical el contacto, sin llamadas, sin mensajes, se me hacía más fácil, podía pensar que todo había sido como un cuento.

Pero muchas veces las cosas no son como esperamos que sean.

El día 31 a última hora, decidimos no ir a la fiesta que teníamos pensada, y en lugar de eso, pasarnos por el local que un amigo había alquilado. Aunque yo tenía muchas ganas de ir a una casa, me aseguraron que iba a ser una fiesta pequeña y que en cuanto alguna de nosotras quisiera nos iríamos. El nuevo sitio estaba bastante más alejado, pero en cuanto me subí al coche me animé, al fin y al cabo quería tener un plan me no me recordara al del año pasado. Un sitio que no pintaba mal, mis amigas y ganas de bailar, no necesitaba más. Pero el destino es el destino, y no descansa.

Allí estaba Zak.

No lo supe hasta que llevábamos un buen rato, después de todo, el local no era tan pequeño como pensaba y había más gente de la que me imaginaba. ¿Cómo había llegado hasta aquí?, y sobretodo ¿porqué no habré ido a mi fiesta desde un principio? ¿porqué habiendo tantísimos sitios estamos los dos aquí?

Cuando en una de las veces que volvía de la barra oí que alguien a la espalda decía mi nombre, ya sabía que era él. Me quedé quieta pensando si debía girarme, sabía que si lo hacía volvería a ver aquellos ojos, esos ojos con los que sueño cada noche, volvería a ver esa sonrisa que tantas veces me había dedicado...si me giraba, volvería al punto de partida, y no quería. Pero aún así me giré. Y le ví, y supe porqué me había enamorado de él, y quise odiarle por haber dejado nuestras ilusiones a un lado, pero no pude.

Sólo articulé a decir un escueto “feliz año Zak”, y él “feliz año Fiore”.

Ahora sé que no es tan fácil hacer como que nada ha existido.

 

Recuerdos del colegio

Recuerdos del colegio Parece que fue ayer cuando salí del colegio, y a lo tonto, ¡han pasado ya diez años!, luego vino la facultad, y después la incertidumbre...pero los años que pasé en el colegio los guardo con cariño, a pesar de que acabé muy harta de las monjas.
Al año siguiente de acabar el colegio, seguía viéndome con mis amigas de clase absolutamente todas las semanas, quedábamos todos los viernes y eso era sagrado, y así fue durante unos cuantos años más, después las circunstancias hicieron que cada una fuera haciendo su vida.
Cada una se hizo su propio grupo de amigos, y entre parejas, trabajos, carreras diferentes y mil historias, las quedadas se empezaron a espaciar hasta acabar desapareciendo prácticamente, o quedar reducidas a una reunión anual y algún mail o llamada en cumpleaños, fiestas o algún acontecimiento relevante.
Ayer nos reunimos de nuevo porque en Navidades es cuando podemos volver a coincidir, y de año en año nos vamos poniendo al día.
Alguna ya no vive en Madrid, encontró trabajo fuera y se marchó sin ninguna intención de volver, otra se ha comprado un piso y en breve se lo entregan, otra también abandona Madrid, e incluso el país para ir detrás de un sueño, e incluso ¡la menor del grupo nos anunció su futura boda!, con la de historias que he vivido con ella...se me saltaron las lágrimas de emoción. Y yo, aún tratando de encontrarme y de decidir cómo quiero que sea mi vida.
En medio de la alegría del momento, había un poso de melancolía, sabemos que  pasará tiempo antes de que nos volvamoa a reunir todas.
Yo las recuerdo tal y como éramos en esos años locos, cuando empezábamos a salir por ahí y hacer locuras de todo tipo, cuando el mayor drama del mundo era que fulanito no te mirara o que sor María te abochornara delante de toda la clase. Cuando nos escapábamos por la ventana del gimnasio para ver a los chicos del colegio de enfrente o cuando hacíamos colas durante horas para que nuestro cantante o grupo favorito nos firmase un disco.
Y sé que, diez años después, todas seguimos siendo las mismas.