El árbol de los deseos
Todos los años, el ritual de poner el árbol de Navidad en casa no pasaba desapercibido. Solíamos elegir una tarde de domingo porque nos parecía el momento más relajado, y siempre tardábamos un montón en decidir dónde colocarlo para acabar colocándolo siempre en la misma esquina.
Mi madre guardaba los adornos y los espumillones en una enorme caja para que estuvieran listos para el siguiente año. Las bolitas nos duraban muchísimo, eran las mismas que habían adornado el árbol de mi madre cuando era pequeña, y les tenía un cariño especial. Las había de todos los colores y tamaños, y junto a ellas, espumillones de todo tipo. A mi padre le encantaba poner un montón de espumillón y luces de todos los colores, y yo siempre protestaba porque me parecía muy recargado, aunque en el fondo no podía ocultar una sonrisa porque era “nuestro” árbol.
Las luces se encendían y se apagaban e iluminaban el salón de modo curioso. Por la noche, cuando mis padres se acostaban, yo apagaba todas las luces de la casa y encendía las del árbol, y allí, sólo con esas luces me sentaba a mirarlo y pedía un deseo.
Ahora no nos reunimos para poner el árbol porque tenemos horarios muy diferentes. Ya no tenemos los mismos adornos, se fueron perdiendo o poniendo feos, y los que los sustituyen son pequeñas bolitas de color rojo y dorado.Tampoco las luces son ahora de colores sino uniformes, como de un color azul tenue.
Ayer por la noche, cuando volví del trabajo, ví que mis padres habían puesto el árbol, ese nuevo árbol. Ya no está tan recargado, pero ha perdido parte de su encanto. Sin embargo, anoche, como años atrás, mientras mis padres dormían fui al salón, iluminé el árbol y pedí un deseo.
Quizá, después de todo, no haya perdido por completo el espíritu navideño que un día tuve.
2 comentarios
Su -
Un beso Piki, y feliz navidad :-D
kamala -
En fin, que nos hacemos mayores, y todos vamos teniendo recuerdos.
Lo de las lucecitas... jejeje... igualita, no serás yo, ¿no?
Un beso.